2Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida que medís, con ella os volverán a medir.
3Y ¿por qué miras la arista que está en el ojo de tu hermano; y no echas de ver la viga que está en tu ojo?
4O ¿cómo dirás a tu hermano: Deja, echaré de tu ojo la arista; y, he aquí, una viga en tu ojo?
5¡Hipócrita! echa primero la viga de tu ojo; y entonces verás claramente para echar la arista del ojo de tu hermano.
6No deis lo santo a los perros; ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan, y os despedacen.
7¶ Pedíd, y se os dará: buscád, y hallaréis; llamád, y se os abrirá.
8Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
9¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra?
10¿O si le pidiere un pez, le dará una serpiente?
11Pues, si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, vuestro Padre que está en los cielos, ¿cuánto más dará buenas cosas a los que le piden?
12¶ Así que, todas las cosas que querríais que los hombres hiciesen con vosotros, así también hacéd vosotros con ellos; porque esta es la ley, y los profetas.
13¶ Entrád por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a perdición; y los que van por él, son muchos.
14Porque la puerta es estrecha, y angosto el camino que lleva a la vida; y pocos son los que lo hallan.
15¶ Guardáos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas; mas interiormente son lobos robadores.
16Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, o higos de las cambroneras?
17De esta manera, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol carcomido lleva malos frutos.
18No puede el buen árbol llevar malos frutos; ni el árbol carcomido llevar buenos frutos.
19Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase, y échase en el fuego.
20Así que por sus frutos los conoceréis.
21No cualquiera que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos demonios, y en tu nombre hicimos muchas grandezas?
23Y entonces les confesaré: Nunca os conocí: apartáos de mí, obradores de maldad.
24¶ Pues, cualquiera que me oye estas palabras, y las hace, compararle he al varón prudente que edificó su casa sobre roca:
25Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa, y no cayó; porque estaba fundada sobre roca.
26Y cualquiera que me oye estas palabras, y no las hace, compararle he al varón insensato, que edificó su casa sobre arena:
27Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, e hicieron ímpetu en aquella casa, y cayó; y fue su ruina grande.
28Y fue que como Jesús acabó estas palabras, las gentes se espantaban de su doctrina:
29Porque los enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.